Un agente del Grupo Especial Policial (GEP) con una profunda herida en la cabeza y otros golpeados, móviles dañados, un trabajador de Guardia del Monte con un corte en una oreja y otros golpeados, varios hinchas con lesiones por balas de goma, familias asustadas, pequeños llorando y un partido clave por la permanencia en la Primera División de la Liga Cultural de fútbol suspendido cuando apenas se había jugado un minuto.
Ese fue el saldo de los graves incidentes ocurridos ayer en el estadio del Cacique de Toay, donde un grupo de la barra de Atlético Santa Rosa se cruzó con la Policía tanto dentro como fuera de la cancha, sembrando terror a pocos días de una jornada de violencia en La Plata que terminó con un hincha muerto.
Una buena cantidad de público se había acercado ver el Guardia-Santa Rosa por la décima fecha del Torneo Clausura en la Zona Norte, que enfrentaba a los dos equipos que están peleando en la zona roja para evitar el descenso directo y la promoción por la permanencia.
Sin embargo, se jugó apenas un minuto de partido porque se generaron incidentes en el ingreso de la hinchada visitante, que obligaron al árbitro Matías Muñoz a detener las acciones y posteriormente a suspender el encuentro «por falta de garantías».
«La Policía me informa que no están dadas las garantías para que se juegue, y por eso el partido queda suspendido», señaló Muñoz ya en zona de vestuarios, donde jugadores de uno y otro equipo se lamentaban por lo sucedido fuera del terreno de juego.
En lo deportivo, ahora será el Tribunal de Disciplina de la Liga Cultural el que decidirá los pasos a seguir, luego de analizar los informes arbitrales y policiales correspondientes para determinar las diferentes responsabilidades por lo sucedido.
Como se trataba de un partido «caliente» desde la previa, por todo lo que estaba en juego y por algunos antecedentes con las hinchadas (en el último enfrentamiento se habían generado disturbios), a los cuatro agentes policiales habituales en las canchas se habían sumado otros cuatro del Grupo Especial Policial (GEP), con un móvil ubicado en el sector de la hinchada visitante.
Cuando la barra de Santa Rosa -«La 22»- llegó a la cancha, algunos intentaron ingresar sin pagar la entrada y con algunas bebidas alcohólicas, lo que fue impedido por los trabajadores del club y por los agentes del GEP que estaban en el lugar.
Mientras algunos hinchas intentaban arrojar las botellas por encima del paredón, hubo forcejeos, discusiones y empezaron a caer proyectiles de gran tamaño desde la calle. Algunos barras lograron sortear el portón de ingreso, empujando y golpeando a quienes estaban cobrando las entradas (un trabajador sufrió un corte en una oreja), y la Policía respondió con balas de goma y gases lacrimógenos que los propios hinchas arrojaron hacia afuera.
En el sector estaba el resto de la parcialidad del Albo, en su mayoría compuesta por familias con menores de edad, por lo que se vivieron momentos de tensión, con niños y niñas llorando, otros corriendo para resguardarse y con una sensación general de bronca por lo que estaba sucediendo. Muchos hinchas terminaron con heridas de postas de goma en diferentes partes del cuerpo.
En la cancha, la mayoría de los jugadores locales ya se habían ido al vestuario, al igual que los árbitros, mientras los visitantes intentaban interceder con los hinchas para que se calmara la situación, como también mostraban preocupación por sus familiares, que estaban entre los simpatizantes.
Quien inmediatamente se puso entre la Policía y los barras para detenerlos fue el flamante presidente de Santa Rosa, Bruno Ramírez, logrando que las cosas no se desmadren del todo.
El capitán del Albo, Franco Lezcano, también intercedió desde adentro dialogando con los hinchas, al tiempo que mostraba su enojo por las condiciones del estadio (pedía que como había tribunas ni comodidades, debían cobrarle menos a los simpatizantes) y especialmente porque entendía como «una provocación» que el móvil con los agentes del GEP estuviera en el lugar donde iba a ir «La 22».
Luego de algunos minutos de tensión y discusiones tanto dentro como fuera de la cancha, todo pareció calmarse y la mayor parte de la gente se retiró. Solo quedó en su sector el grupo de la barra de Santa Rosa, que al salir del estadio se cruzó otra vez con la Policía (habían llegado refuerzos), por lo que comenzaron nuevas corridas, con piedrazos de un lado y balas de goma del otro.
Los cruces continuaron durante varios minutos en la esquina del estadio, con detonaciones permanentes, y una vez que el grueso de la barra logró ser corrido por la Avenida 13 de Caballería, los disturbios se reiniciaron a unos 200 metros por la misma arteria. En ese lugar, un par de hinchas fueron demorados por la Policía.
Durante los disturbios fuera de la cancha, algunos jugadores se acercaron para resguardar a sus familiares y para interceder, y también fueron alcanzados por las balas de goma policiales. Uno de los que sufrió lesiones fue el capitán Lezcano, quien denunció que la Policía reprimió a los propios futbolistas, incluso cuando se retiraban con el colectivo que los transportó. Finalmente, todos fueron escoltados hasta la salida hacia Santa Rosa.