Femicidio de Agustina: «en el allanamiento al nuevo domicilio de Parra aparecieron cosas que había denunciado como robadas»

En «La Mañana a Full» Silvana Capello contó sus sensaciones por el juicio penal que se está desarrollando en Cipolletti, Río Negro, por el crimen de su hija. El único acusado es el vecino Pablo Parra.

«Parra se encargó de dejarla prácticamente sin posibilidad vida,porque Agustina quedó convulsionando. Yo no sabía que tuvo hundimiento de cráneo,» contó Silvana al conductor Guillermo Ingrassia.

«En el allanamiento a su nuevo domicilio aparecieron cosas que Parra había denunciado como robadas.»

Silvana Capello

«En el lugar del hecho donde supuestamente el «ladrón» se llevó los celulares de el y de ella, había otros celulares nuevos guardados. Aparentemente el «ladrón» revisó poco y había cosas muy bizzarras que me voy enterando en el juicio.» contó la madre de Agustina.

«A los pocos días del crimen Parra vendía dolares como si nada.»

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Juicio por el femicidio de Agustina: «¡Pará, pará!», el desesperado grito de auxilio que nadie atendió

Gritos, golpes y el pedido de auxilio que pasó desapercibido para la vecindad del complejo en el que asesinaron a Agustina Fernández. Avanza el juicio y Parra sigue más complicado.

Entre el tambor del lavarropas que giraba en automático y el volumen de la televisión, se escuchó un golpazo en el complejo de departamentos. Como si una maza de hubiera caído al piso y en medio del traqueteo del programa de lavado, un grito se filtró entre las paredes: ¡Pará, pará!, alcanzó a oír. Pero cuando detuvo el lavarropas y bajó la música que sonaba en su televisor, ya nadie gritaba y los golpes habían desaparecido.

Ricardo Espinoza vivía en el mismo complejo que habitaba Agustina Fernández y fue quien describió lo que sintió desde su departamento en el horario en el que ocurrió el salvaje ataque que terminó con la vida de la joven estudiante. Después de declarar y contar en detalle los ruidos que escuchó, entre el lavarropas y la tele, lanzó ante el Tribunal: «Hoy me digo ¿por qué no abrí la ventana?». Nadie, absolutamente nadie en el complejo habitacional, imaginó que los golpes y algunos gritos eran nada más y nada menos que el pedido desesperado de auxilio de una joven que estaba siento asesinada con toda furia de un criminal.

Sin escuchar más nada que lo hiciera sospechar, se fue a comprar y volvió alrededor de las 22:30. Familiares y amigos, antes de que regresara, le consultaban si estaba en el lugar y le informaron del robo. La noticia del ataque ya era pública. Espinoza se encontró con la administradora del complejo y Parra en el lugar, le contaron la versión que dio el ahora acusado por el femicidio y él los invitó a tomar un café. Sobre Agustina, Parra le dijo a Espinoza: «Ojalá se recupere, así puede decir si vio a quién entró a robar».

Fue en el mismo horario, alrededor de las 19:34 de esa tarde cargada de violencia y muerte, cuando otra vecina del complejo, Daiana Morales, también oyó un grito que pasó inadvertido. Morales, que vivía en el complejo por ese entonces, declaró por Zoom desde España.

Dijo que conocía a Parra como vecino. Nunca había tenido con él ningún inconveniente, compartían internet. Con Agustina tenía poco trato. Una vez Parra le hizo un comentario desagradable: «viste el bomboncito que me estoy comiendo», le manifestó, y miró al departamento Agustina. «Me dio asco, porque se refería así a una persona», afirmó. La tarde del crimen, a la hora señalada en la que Espinoza escuchó algo así como un mazazo y un ¡pará, pará!, Daiana sintió otro grito: el de una mujer que exclamó «hijo de puta». Fue ese grito y nada más.

La policía que se quebró al recordar la escena
Mariana Huircal, una policía con 14 años de carrera fue la primera persona en asistir a Agustina. Declaró este jueves en el juicio por el femicidio de Agustina y contó que llegó cuatro minutos después del llamado a la Comisaría 24. Un vecino «exaltado» les hacía señas mientras buscaban el complejo y la condujo al departamento. En el interior estaba Parra.

En el llamado a la comisaría afirmaron que había una mujer muerta, pero le tomó el pulso y notó que estaba viva. Le gritó a su compañero para que pidiese una ambulancia urgente, «QRQ» en el código que utilizan los policías.

Consultada sobre la escena, se quebró al recordar la imagen. Aseguró que la joven estaba desfigurada por los golpes.