El histórico francés venció por la mínima al Niza en la final de la Copa de Francia en un partido en el que fue superior y en el que apenas sufrió durante los 90 minutos.
El Nantes volvió a saborear la gloria 22 años después. El histórico francés, abocado a varios descensos dramáticos durante la última década y a una gestión más que criticable de la familia Kita, venció por 1-0 al Niza en la final de la Copa de Francia con un solitario tanto de Ludovic Blas de penal.
La última Copa de Francia que logró fue en 2001, año en el que un tal Raynald Denoueix estaba en el banquillo canario antes de partir a la Real Sociedad y año en el que también consiguió ganar la Supercopa, que es el último título que tenía en su haber. Más de 80.000 personas presenciaron en directo una victoria que ha devuelto la nostalgia al fútbol francés y, sobre todo, a una afición acostumbrada a recibir noticias trágicas como el fallecimiento en 2020 de Emiliano Sala o la temporada pasada, año en el que tuvo cuatro entrenadores y casi acaba descendiendo a la Ligue 2.
Antoine Kombouaré, el gran artífice de este exitoso Nantes, ha obrado dos milagros consecutivos. El primero se produjo en mayo de 2021, cuando consiguió mantener al club en la Ligue 1 en un playoff contra el Toulouse y tras haber asumido en descenso y hundido por la gestión de Waldemar Kita, que había fulminado a tres entrenadores en tiempo récord. El primer entrenador de la era qatarí en París, que vivió las mejores noches europeas en la década de los 80 del Nantes como jugador, ha logrado forjar un equipo competitivo, que no le tiene miedo a nada ni a nadie y que afronta cada partido como una final.
El Stade France, estadio que va a albergar la final de la Champions en apenas 21 días, celebró una final de ensueño entre dos históricos del fútbol francés venidos a menos durante los últimos años. Más de 80.000 espectadores convirtieron la final de la Copa de Francia en una fiesta del fútbol, alentando a sus jugadores durante los 90 minutos y creando un clima idílico para celebrar un partido de estas características.
Sin embargo, el miedo a perder se impuso en la primera parte en París. Ni Niza ni Nantes quisieron arriesgar, conscientes de que cualquier espacio podría ser definitivo en una final tan igualada. Los de Kombouaré, comandados por un gran Ludovic Blas, el mismo que en 2016 se proclamó campeón de Europa sub 19 con Mbappé, generaron varias llegadas, pero ninguna dio la sensación de incomodar a la defensa del Niza.
Galtier, que es un experto en defender, tiene muchos problemas cuando el rival le da la posesión del balón. El Nantes replegó durante mucho tiempo en los primeros 45 minutos y ahí es donde volvieron a relucir las carencias del Niza con la pelota. Para poner en contexto sus problemas con el esférico, los niçois no dispararon a puerta ni siquiera durante el primer tiempo.
Si la primera parte había adolecido ocasiones, la segunda comenzó con un guion radicalmente opuesto. Una jugada trenzada en la banda izquierda del Nantes acabó en penalti para los de Kombouaré en el minuto 46. Blas, que estaba siendo el mejor de la contienda, no falló desde los 11 metros y puso al conjunto canario al borde del título. Galtier, desquiciado por la falta de dinamismo de su equipo en ataque, introdujo a Brahimi y Kluivert, pero ni con esas intimidó a un Nantes que creció en su área con un imperial Pallois, que fue un muro infranqueable en cada ataque del Niza. El Nantes volvió a ganar un título 21 años después y lo hizo en una final que no pasará a la historia por su juego, pero que sirve para revivir a un histórico venido a menos durante los últimos años.