Una de las verdades peronistas más elocuentes dice que «En la nueva Argentina de Perón, el trabajo es un derecho que crea la dignidad del hombre y es un deber, porque es justo que cada uno produzca por lo menos lo que consume».
Lamentablemente, hoy las distorsiones a la que han llevado a la economía nacional son tales, que no tiene sentido trabajar.
El estatismo especialmente desde la «era kirchnerista» en 2003, pasando por Macri y ahora con Alberto Fernández, ha penetrado todos los rincones de la economía, distorsionando todos los precios relativos y creando una economía inviable y bizarra.
Bizarra por las distorsiones creadas, pues hoy en día un café sale más que un libro, y el envío de un producto, su logística, sale más que el producto mismo.
Subsidios eternos y planes sociales
Una empresa que recibe subsidios en forma continua por parte del Estado, no es una empresa, sino a la corta o a la larga, un brazo controlado por el Estado, a través de un comisariato político.
La naturaleza del subsidio debe ser temporaria y limitada hasta solucionar la inconveniencia o lograr los objetivos de la política pública implementada. Un subsidio jamás debe ser eterno.
Los planes sociales se han transformado en una cárcel para la gran mayoría del pueblo. Concomitante con las distorsiones, con la hiperinflación, más y más gente va quedando excluida de la economía, teniendo que buscar un sustento por algún lado, recibiendo humillaciones de todo tipo por parte de una burocracia sorda, ciega y muda, a sabiendas que lo es de esta manera.
Todo el pueblo quiere trabajar, el pueblo no quiere recibir planes sociales. Esta estructura perversa diagramada desde las centrales ideológicas del Estado, estigmatizan al pueblo y lo llevan a la desesperanza, al desánimo y a la inactividad.
En las oficinas de hábitat del gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, por ejemplo, dicen sus funcionarios que ellos tienen más de 20 mil personas con subsidios de hábitat. Lo triste es que lo dicen con orgullo. No debería haber ningún ciudadano que reciba subsidios habitacionales. No hay plan, ni para la economía en general, ni para el mandato constitucional de acceso a la vivienda digna, en particular, para los ciudadanos.
El Estado
Es así que han vuelto al Estado en una estructura con promesas vacías. Allí todo es un pasamano. Todo se registra, pero los derechos reales para con los ciudadanos son pocos o nulos.
La burocracia paralizante, es un gran negocio. El negocio del empleo estatal y del funcionariato. Suculentas remuneraciones para el empleo público, con un pueblo sumido en la pobreza.
Es así que llegamos a una indiferencia del Estado para con el pueblo. Una burocracia fría y desconectada de la realidad de los males que sufre el pueblo. Una burocracia que sólo tira migajas de limosnas al pueblo, en lugar de hacer cumplir los mandatos normados por la Constitución Nacional.
El funcionariato hace así su carrera. Se enriquece, no sin ver muchas veces tráfico de influencias, no sin ver muchas veces negocios paralelos a la función pública.
El Estado, es ahora y lamentablemente, un negocio y no un ente política y jurídicamente organizado, para, precisamente, procurar el bien común del pueblo.
Mientras por el otro lado de la burocracia, tenemos una «bola de nieve» de Leliqs, que no es más que agiotismo puro y duro, una masa de dinero especulativo, que ya supera los 15 billones de pesos. Un invento hecho por el gobierno de Macri, pero que el actual gobierno continuó con suma disciplina, cuál el peor gobierno neoliberal. Tarde o temprano, le harán pagar al pueblo, el ajuste de las enormes ganancias especulativas del sector financiero.
Todo ello, cooperando para que nuestra amada Argentina, ya no tenga moneda nacional, sino sólo un papel con poco o nulo valor de compra, utilizado en gran parte sólo para el intercambio del pueblo en la economía informal que ya supera el 50%, y que va de la mano del mismo nivel de porcentaje de aumento de pobreza.
Una economía de oligopolios inviable, sin distribución del ingreso equitativa en el pueblo, donde todos los beneficios van para los mencionados, incluido el aparato del Estado, configurando una economía inviable para el pueblo, pero de gigantescos negocios para pocos. Y esto ya sucede desde hace al menos dos décadas, quedando cortos incluso con esta estimación.
La conclusión a todo este diagnóstico de una economía concentrada y subsidiada se ve en un solo ejemplo: el pueblo cuando va al supermercado, ya no compra en carritos, sus compras reducidas las lleva en sus propias manos. Es la economía del subsistir día a día como se pueda.
Escrito por Ariel H. Valloud – Labor Peronista.
Artículo de opinion enviado a nuestra redacción.