Por: Francesco Ingrassia Alvarado.
En un momento difícil de su carrera deportiva y de su vida personal, Diego Armando Maradona sorprendió al mundo entero al llegar a un destino inesperado: Santa Rosa, La Pampa. Allí, bajo la tranquilidad de los campos pampeanos, el 10 tenía el claro objetivo de ponerse a punto de cara a su último mundial, Estados Unidos 1994.
Fue Fernando Signorini, su preparador físico, quien tomó la decisión de dirigirse a tierras pampeanas. La idea era que Diego tuviera la mayor intimidad posible, se alejase del ruido y estuviera en contacto con la naturaleza. El 10 estaba en un momento difícil de su carrera y de su vida. A sus 33 años, había disputado su último partido el 26 de enero de ese año con la camiseta de Newell´s y al mes siguiente fue condenado a dos años de prisión por agredir con un rifle de aire comprimido a un grupo de periodistas y camarógrafos, que se acercaron hasta su quinta ubicada en Moreno.
Para ayudar a Diego a lograr el objetivo de jugar su cuarto mundial, a poco más de dos meses de su comienzo, el profe Signorini lo llevó a la Estancia El Marito, ubicada a unos cuarenta kilómetros de la Ciudad de Santa Rosa, en el medio del monte pampeano y a más de quinientos kilómetros de la Ciudad de Buenos Aires. El dueño era Don Ángel Rosa, quien había conocido a Fernando en una playa cerca de Bahía Blanca y le había dejado su teléfono al entrenador por si algún día necesitaba algo.
Al acordar su presencia en la estancia, el equipo de Maradona llegó en la mañana del 9 de abril a la estancia para poner todo en condiciones lo que iba a ser su hogar por los próximos doce días. La pintoresca casa recibió todo lo que necesitaba para albergar al mejor jugador de todos los tiempos, quien llegaría a la mañana siguiente.
Diego aterrizó el 10 de abril por la mañana en un vuelo comercial y fue recibido por toda la capital pampeana que fue hacia el aeropuerto a brindarle su apoyo incondicional. Una vez instalados en la estancia, donde fue recibido por su equipo y por su papá, Don Diego, Maradona se sintió sorprendido por el lugar al que lo habían llevado. Su habitación contaba con un pequeño televisor que con su antena solo captaba un canal provincial. Diego, algo enojado, le gritó a Signorini: “¿A dónde me trajiste, hijo de puta?” a lo que Fernando no dudó en contestarle: “A Fiorito te traje”.
A pedido del propio Pelusa, se incluyó también al equipo de Signorini el fisicoculturista Daniel Cerrini, quien había trabajado con el 10 durante su breve paso por Newell´s. Él le brindaba una serie de grageas con vitaminas, aminoácidos y hierbas para adelgazar. Algo con lo cual Signorini no estaba de acuerdo y le recomendó a Diego que no lo hiciera, pero mantuvo su decisión firme y Cerrini se sumó al grupo un día después. Las diferencias entre ambos, era que el profesor buscaba prepararlo físicamente para que esté en condiciones de rendir al máximo en una competencia tan exigente como lo es una Copa del Mundo, en cambio, del lado del fisicoculturista, se buscaba mayormente una estética corporal, para lo que Diego debía bajar muchos kilos y perdería mucha fuerza y masa muscular.
Durante su estadía en La Pampa, Maradona siguió una dieta normal. La idea era no exponerlo a que realice sacrificios muy grandes y que saliese de la rutina lo menos posible. Para ello se alimentó con platos variados a base de carbohidratos, vegetales y proteínas con poca grasa. Además, de vez en cuando, disfrutó de los famosos asados de Don Diego junto a todo el equipo, donde tuvo que controlarse.
Los entrenamientos en la estancia eran a la mañana temprano. Pelusa se levantaba con gran alegría y con muchas ganas de afrontar el desafío de su puesta a punto. Lógicamente, su físico fue de menor a mayor. En los primeros tres días se notó un Maradona lento, con movimientos muy forzados y que rápidamente agotaba su energía. De todas maneras, eso no sorprendió a Signorini, ya que desde enero de ese año Diego no disputaba un partido oficial. Durante estos entrenamientos matutinos, se buscó mejorar tanto su resistencia como la potencia y la velocidad.
Por las tardes, el 10 viajaba a Santa Rosa para realizar su segundo turno de entrenamiento y para ello utilizó dos gimnasios de la capital pampeana. Primero se dirigió hacia el de Miguel Ángel Campanino, el ex boxeador campeón argentino fallecido en 2018. Allí Diego realizaba ejercicios de bolsa, elongación, soga y hasta se subía al ring donde disputaba algunos rounds con el propio Miguel Ángel.
También pasaban por otro gimnasio llamado “Tiempo Libre”. Estaba ubicado en el centro de la ciudad santarroseña y ya hace varios años que cerró sus puertas. Su dueño era Omar Lastiri, reconocido profesor de educación física de Santa Rosa, quien tuvo la chance de conocer a Diego en persona y compartió con él momentos inolvidables: “Con Maradona en todo momento tuve un trato muy respetuoso, cordial y profesional. En el gimnasio y en todos los lugares se congregaba una gran cantidad de personas para pedir autógrafos y vitorear su nombre. Esto fue un gran suceso tanto nacional como internacional y también repercutió favorablemente en el aforo de asistentes al gimnasio” contó Omar.
Otras de las actividades que realizó Diego en la Ciudad de Santa Rosa, fue la práctica de natación, donde tras un intenso día de gimnasio y esfuerzo físico, relajaba sus músculos en el agua climatizada. Para ello acudió a la pileta techada del Club All Boys. La sede está ubicada en la calle Lagos, muy cerca del centro santarroseño, por lo que hubo una revolución impresionante en las inmediaciones tras su llegada, como en todos los lugares donde asistía. Las personas, desesperadas por poder verlo, hasta treparon los techos de las instalaciones poniendo en riesgo su integridad física. En ese momento, el coordinador general del club alboyense era Oscar Di Benedetto, quien fue el encargado de recibirlo: “Estuve con Diego cuando llegó al natatorio, le di la bienvenida, nos sacamos una foto, le firmó un autógrafo para mi hijo y hasta pudimos hablar de Newell’s, club por el que él venía de pasar y del cual yo soy hincha, fue un momento muy agradable” explicó Oscar.
Maradona, previo al ingreso a la pileta, había puesto algunas condiciones claras. Quería privacidad absoluta y pidió que ninguno de los medios tanto provinciales como nacionales que acudieron hasta el club pudiese ingresar a la pileta. Solamente podía estar presente junto a él Guillermo Ingrassia, quien en ese momento era el bañero del club. A cambio, tras culminar su entrenamiento, el brindaría una conferencia de prensa y se pondría a disposición de todos los periodistas para comunicar sobre su actualidad en las tierras pampeanas.
Sin embargo, a pesar de que Oscar Di Benedetto dejó muy en claro el pedido del 10 sobre no invadir su privacidad, a los pocos minutos de que Diego comenzara a nadar, dos reporteros gráficos rompieron las reglas, ingresaron al lugar sin permiso y comenzaron a sacar fotos. Di Benedetto contó: “Cuando Diego los vio, paró de nadar en el medio de la pileta, salió y los increpó muy fuerte. Los insultó y los llamó “ladrones”. Fue un momento muy triste ya que por esto nos perdimos de verlo nadar y de compartir futuros momentos. Además quedó como que yo fui el culpable y no tuve la posibilidad de explicarle cómo fue la situación” confesó Oscar.
Más allá de este suceso, Di Benedetto guarda con mucho cariño el recuerdo de haber compartido tiempo con Maradona y que haya pasado por el Auriazul, institución a la que ingresó como coordinador pocos días antes de la llegada de Diego a La Pampa: “Fue un hecho histórico, llegó a la vista y al oído del todo el mundo futbolístico que All Boys recibió al astro más grande de la historia del fútbol”.
Diego, con el correr de los días en su aventura pampeana, se adaptó muy bien a la naturaleza y realizó todo tipo de actividades al aire libre junto con su equipo. A la noche, con Signorini, salían a realizar una larga caminata en el frío monte pampeano, donde tenían largas conversaciones bajo las estrellas, jugaban al truco de a seis dentro de la casa y también aprovecharon para ver la televisión con el único canal que estaba disponible. En uno de los últimos días, ya totalmente amigado con la naturaleza, Pelusa colgó un pequeño espejo en la rama de un pino y comenzó a afeitarse bajo los intensos rayos del sol, copiando a Don Diego, como solía hacerlo en Villa Fiorito.
También se dio el gusto de pasar por una escuela rural, ubicada a pocos kilómetros de la estancia, donde el 10 quedó maravillado por el admirable sacrificio que realizaban los profesores para poder brindarles a los chicos la educación de calidad que se merecen, más allá de las complicaciones que se pueden dar en estos ámbitos rurales.
Para salir un poco de todos los entrenamientos físicos de muchísima intensidad, junto con su equipo íntimo de trabajo y algunas personas del ámbito local, jugaron un “picadito” en el verde césped de la estancia. Fue como en el potrero donde se crió, con arcos hechos con pequeñas ramas de árboles clavadas en el piso, las líneas marcadas con un hilo, sin arquero y un equipo con remera y el otro en “cuero”. Diego, jugó con la legendaria camiseta de la selección de básquet de los Estados Unidos, que se la había obsequiado Michael Jordan luego de ganar el oro en los Juegos Olímpicos de 1992. Uno de los afortunados en participar en este partido informal fue Miguel Díaz, uno de los mejores delanteros que tuvo la provincia de La Pampa: “Estar con Maradona fue espectacular, eso no me lo olvido más. Tuve la suerte de jugar en contra y a favor de él, movía la pierna izquierda con un arte muy distinto a lo nuestro. Cuando jugué en contra, en la primera jugada le tiro un caño, el cierra las piernas y muy enojado dijo “no, eso a mi no” y resulta después que en otra jugada él logra hacerme un túnel y lo festejó más que el gol a los ingleses” contó Miguel.
A pesar de realizar todo tipo de actividades que lo ayudaban a desconectarse y a cumplir con el objetivo de jugar un nuevo mundial, Maradona todavía sufría por su adicción a la droga y luchaba día a día por poder librarse de ella. En los momentos de abstinencia, él pasaba por un verdadero calvario y durante su estadía en La Pampa tuvo una situación de estas. Fue durante la medianoche, donde Diego se acercó hasta la puerta de la habitación de Signorini y solo con su mirada le dijo todo. Fernando no dudó un segundo, se abrigaron bien, salieron a correr y a eliminar las tensiones bajo una intensa helada pampeana. Diego realizó piques, saltos, abdominales y giros hasta que en un momento se sintió aliviado y dieron por finalizado este entrenamiento que no estaba en los planes de nadie. Maradona no había llevado ningún tipo de drogas a la estancia, por lo que, al no contar con ellas, se vio obligado a buscar otra vía de escape ante esta necesidad.
Una vez completados los doce días en La Pampa, días que Signorini calificó como los mejores doce de los cuatro mil que compartió con Maradona como entrenador, Diego volvió para Buenos Aires y rápidamente embarcó hacia la provincia de Salta, donde con el seleccionado argentino disputó un amistoso frente a Marruecos en la recta final de la preparación para el mundial. Maradona fue titular, capitán y volvió a jugar un partido profesional luego de cuatro meses. Argentina ganó 3 a 1 ese partido con un gol del 10 de penal a los 55 minutos. Posteriormente fue reemplazado por un joven Ariel Ortega.
Una vez llegado el Mundial de Estados Unidos de 1994, pasó lo que todos sabemos. La Selección Argentina venía de disputar dos finales del mundo consecutivas y la jerarquía de ese plantel prometía pelear la copa hasta el final. En el primer encuentro, la albiceleste goleó 4 a 0 a Grecia con un golazo de Diego. En el segundo, el rival fue Nigeria y fue el último encuentro de Maradona con la camiseta argentina. Posterior al partido, Pelusa fue seleccionado para un control antidoping, el cual arrojó el peor de los resultados. Dio positivo en cinco sustancias prohibidas: efedrina, norefedrina, seudoefedrina, norseudoefedrina y metaefedrina. La sanción fue de quince meses sin jugar al fútbol y tuvo que desafectarse del equipo en la cita mundialista. El plantel se vio muy sacudido por la noticia y terminó su sueño de levantar la copa en los octavos de final, donde Argentina cayó 3 a 2 ante Rumania.
Lo ocurrido en el Mundial de Estados Unidos fue una gran decepción personal para Diego, ya que había realizado un sacrificio muy grande para poder representar la bandera del país que tanto amaba. Tras conocer su sanción, dijo una de las frases más conocidas: “me cortaron las piernas”, unas palabras fuertes, que iban dirigidas principalmente a la FIFA y Julio Grondona, que era el presidente de la Asociación del Fútbol Argentino en ese momento, ya que el jugador lo acusó al directivo de traidor por haber realizado un pacto con la FIFA, en lugar de haber confiado en él y defender por su inocencia. Años después se confirmó que Diego era inocente, ya que la Agencia Antidopaje realizó un estudio sobre este caso y llegó a la conclusión de que la cantidad ingerida por Maradona, no era suficiente como para llegar a considerar dopaje.
Más allá de lo ocurrido en Estados Unidos, nadie en la provincia de La Pampa va a olvidar esos días en los que el jugador más grande de todos los tiempos estuvo allí. Compartió momentos con toda la gente que se le acercó y dejó recuerdos imborrables, como por ejemplo aquella famosa foto en la pileta del Club All Boys, la cual es exhibida orgullosamente por la institución en una de sus vitrinas como también la camiseta firmada que el 10 le obsequió a Miguel Díaz, que es el atractivo principal de su museo deportivo.
Más de treinta años pasaron de aquellos días y nada podrá borrar la presencia de Diego Armando Maradona en cada corazón del pueblo pampeano.