Agustina Fernández: retrato de una obsesión

Pablo Parra del enamoramiento al amor frustrado y del enojo a la ira asesina contra Agustina Fernández. La conciencia forense estuvo presente en su accionar.

El lunes arranca el juicio por jurados a Pablo Demian Parra (37) por el femicidio de Agustina Fernández (19). En las fauces del caso hay dos elementos que laten con fuerza porque son reveladores: la obsesión y la conciencia forense.

El crimen ocurrió la tarde noche del 2 de julio de 2022 y conmocionó a Cipolletti. La comunidad, agobiada por los fantasmas de los crímenes de mujeres y el derrotero de los casos de violencia de género, se volcó a las calles en reclamo de justicia.

Por casi seis meses la impunidad parecía imponerse. De hecho, en el segundo mes de investigación, la línea de Pablo Parra se había debilitado, pero no era descartado.

Por ese entonces tomó fuerza la teoría de un robo dateado. En esta línea, se presumía que como Parra tenía unos dólares había sido entregado. Los ladrones ingresaron cuando estaba Agustina en el departamento y se les desmadró todo y por eso la golpearon salvajemente. Todo parecía demasiado brutal para ser real, pero no imposible.

Lo cierto es que las horas de trabajo de la fiscalía de Cipolletti en conjunto con la brigada de investigaciones especial de la Policía rionegrina y el perito de la querella, Eduardo Prueger, descubrieron una trama mucho más oscura, planificada y obsesa por la cual se concretó la detención de Parra que terminó siendo acusado del femicidio el 23 de diciembre de 2022.

Una obsesión enfermiza en Cipolletti
¿Cuál es el perfil de Parra? No se sabe, se llega a juicio sin datos científicos debido a que Parra se negó a las pericias que permite obtener el perfil. Para los defensores estas prácticas pueden incriminar a su cliente es por eso que las resisten en el marco de una Justica que solo se dedica a garantizar derecho. Pero, así como en todo homicidio se hace un análisis victimológico, también debería ser legal hacer el profiling del acusado. Las garantías a veces atrasan.

Pese a que Parra se negó a este tipo de pericias, en base a todas sus conductas desplegadas, detalladas en el expediente y que trascendieron en las audiencias, es que podemos asomarnos a su potencial perfil.

Arranquemos con una pregunta guía: ¿Qué es una obsesión? Una fijación intensa con una persona o un objeto. Pero para entender hay que rebobinar y revisar algunos detalles de la historia.

Agustina se había mudado de Santa Rosa (La Pampa) a Cipolletti para estudiar la carrera de medicina en la Universidad Nacional del Comahue (UNCo).

En marzo de 2022, se instaló en un monoambiente ubicado en un complejo de departamentos de calle Confluencia al 1300, a unas 20 cuadras de la facultad.

Vale aclarar que el proceso de desarraigo siempre representa un quiebre. Para los padres porque su hija abandona el nido y en su rol de protectores se debilita por la distancia, no obstante que estuviera en un complejo de departamentos les daba cierta tranquilidad porque era más seguro.

Agustina, por su parte, estaba apostando a su futuro y eso la obligaba a alejarse de sus afectos. Su elección conllevaba independencia y con ella responsabilidades, desafíos y toda una exploración personal.

Su departamento de Confluencia al 1300 estaba en la planta alta. Abajo, justo abajo, tenía un vecino: Pablo Demian Parra.

Parra era un hombre de 37 años, que trabajaba en la industria del petróleo, tenía su vehículo, departamento y pretensiones de tener una relación estable con proyección a formar una familia.

A Parra la aparición de Agustina lo hizo flashear por demás y nunca en su balanza sopesó la brecha etaria.

Parra se mostró gentil y servicial desde el primer momento. La invitaba a cenar, se ofrecía para lavarle la ropa, hacerle algunas comprar o llevarla y traerla de la facultad.

Agustina y Parra tuvieron relaciones sexuales. Para ella solo fue eso, pero en Parra algo se activó, Agustina se fijó en su cabeza y así pasó a ser un objeto deseado, una obsesión.

Todo lo narrado surge de las distintas audiencias en las que se brindó información, evidencias y testimonios que fueron recolectados durante la investigación.

Toda la atención de Parra estaba fijada en Agustina a tal punto que con tan solo un par de meses de conocerla le compró un anillo de compromiso.

Para que se entienda, “del enamoramiento a la obsesión hay una exigua frontera”, confió un perfilador con el que repasamos algunos detalles del caso.

Lo que entra en juego en ese límite, es lo enfermizo que conlleva a una irracionalidad sin apoyo en una lógica realista. Es decir, creer en algo que en verdad no se está dado en la realidad. Para que se entienda, Parra quería algo formal con Agustina, pero ella no y él insistía.

Por eso, su cortejo denso y sus apariciones casi permanente, que las hacía pasar por encuentros casuales, se parecen más al retrato de una obsesión que al de un vecino atento con el que algunas veces podía pasar algo más.

Te amo, te odio dame más
“No por nada se dice que el amor y odio son las dos caras de la misma moneda. Del amor al odio hay un tranco de pulga”, graficó mi fuente.

Ahondemos. El amor frustrado puede dar paso al enojo, a la ira y posteriormente a un acto impulsivo y violento.

Aclaro. Que sea impulsivo, no implica que sea inmediato. No obstante, muchas veces no se repara en las consecuencias porque el obseso se focaliza en la destrucción del objeto amado.

La tarde del 2 de julio de 2022, Agustina invitó a un joven a su departamento. Detalle: a Parra no lo dejaba pasar porque temía que se le instalara. A sus amigas les había contado: “le pintó el amor”.

La joven pampeana ya tenía una lectura clara de las intenciones de Parra y por eso evitaba que ingresara a su departamento.

Proyectemos qué hubiera pasado si se cumplía el deseo de Parra y comenzaba un noviazgo con Agustina. ¿Cuánto tiempo hubiera tardado en poner en escena sus conductas celotípicas y de control, tratando de cercenar la vida social y fluida de ella?

En definitiva, a Parra lo fastidiaba la veda que ella le imponía y la libertad que ejercía en su intimidad.

Esa tarde fresca del 2 de julio, la fiscalía describió que Agustina la pasó con un joven con el que tuvo relaciones y compartió una merienda.

Esas relaciones se dieron justo arriba de la cabeza de Parra, literalmente. Cualquier perfilador advertiría que ese fue el estresor, el desencadenante de todo lo que devendría en esa misma jornada.

Conciencia forense
Repasemos, la conciencia forense requiere contemplar los pasos que se siguen en una investigación criminal, en este caso con la intención de no dejar nada librado al azar y evitar quedar incriminado.

Esta es la idea basal de lo que se denomina “crimen perfecto”. Por cierto, el crimen perfecto no existe, lo que existen son las malas investigaciones. Hay un principio de intercambio entre víctima y victimario que bien interpretado por los investigadores ayuda al esclarecimiento.

Durante las horas que Agustina estuvo con su “amigo” en el departamento, Parra tuvo tiempo suficiente para planificar en forma deliberada y coordinada distintos actos con la finalidad de llegar a la meta que perseguía: destruir el objeto deseado, el amor frustrado. ¡Vaya que lo hizo!

La pregunta obvia es si Parra veía muchas series policiales, leía al respecto o si tuvo algún asesoramiento de gente de su entorno vinculada al derecho.

Lo cierto es que después que se fue su amigo, Agustina fue hasta una verdulería a comprar. Parra la vio salir y al regresar ensayó una suerte de encuentro azaroso y la invitó a cenar. Agustina como ya no tenía planes, aceptó sin imaginar, ni por un segundo, el impacto que podría haber tenido en Parra la visita que ella había recibido.

Agustina bajó al departamento y Parra ya le había anunciado que si no estaba que entrara con las llaves que le había dado. Este es otro detalle que pone luz sobre su fijación e idealización de una relación con Agustina.

Parra calculó todo, por lo que minutos antes de que Agustina bajara, él se encargó de salir del complejo en su auto a la vista de las cámaras.

El vehículo lo va a dejar en un punto ciego cercano al complejo. Esa incursión la hizo dejando el celular en el departamento, consciente de que podía ser geolocalizado. No hay que ser Sherlock Holmes para advertir que hay conciencia forense en este accionar.

Luego, retorno a pie e ingresó al departamento por una casa vecina que estaba en construcción, acceso que ya había utilizado en otra ocasión y hasta sabía cómo desprender la concertina del muro para pasar sin cortarse.

Fue así como accedió al patio trasero de su departamento al que entró por una puerta ventana que había dejado destrabada.

De nuevo la conciencia criminal, nadie lo tenía que ver llegar, pero sí salir. Eso era parte del plan. Tenía testigos y cámaras que lo mostraban saliendo y no llegando.

Además, se aseguró de pasar por un par de comercio para que lo vean y así tener una coartada.

Agustina fue sorprendida por un Parra que no entró por la puerta principal y que se abalanzó sobre ella con vehemencia. En un acto instintivo de supervivencia, Agustina corrió para ganar la puerta principal, pero Parra le dio alcance y cerró la puerta atrapando y lastimando la mano izquierda de la joven que sufrió varias lesiones.

Lo que siguió fue pura ira. La tomó de los pelos y la arrojó al suelo golpeándole la cabeza dos veces contra un mueble.

Estando ella indefensa en el suelo y boca arriba, con un objeto romo descargó toda la furia desfigurando el rostro de Agustina. En ese acto, se materializa la destrucción del ser/objeto amado. El agresor goza del poder, el control y la crueldad.

Fueron justamente las lesiones que sufrió en la cabeza (rostro) las que desembocaron en la muerte de Agustina.

“La frustración, el enojo y una acción liberadora, en este caso, la ira que deriva en el homicidio”, fueron los pasos que siguió Parra, reflexionó el experto consultado.

Insisto, no cualquier pasa al acto, pero acá hay algo oscuro en Parra. Hay rasgos psicopáticos seguramente narcisistas: “mía o de nadie”.

Su proceder fue similar a Salvador Pucci un doble femicida de Neuquén.

¿Dónde se esconde un árbol?
En análisis criminal muchas veces se hace la pregunta obvia para evitar dejar de lado algún detalle y agudizar la búsqueda: ¿Dónde se esconde un árbol? En el bosque.

Esto también es parte de la conciencia forense, lo que está a la vista de todos puede pasar desapercibido, por lo que hay que tener un ojo muy entrenado para detectarlo.

Tras el ataque a Agustina, Parra montó la escena del crimen para desviar la investigación. Desordenó la habitación, hizo desaparecer unos dólares que tenía, desconecto y apagó tanto su celular como el de Agustina, ambos casi en el mismo instante y desaparecieron para siempre.

Luego apareció en el complejo pidiendo ayuda, fingiendo que acaba de llegar y se había encontrado con un cuadro dantesco. Un vecino que lo auxilió de inmediato alcanzó a observar a Agustina con espasmos en el suelo por lo que llamaron a la ambulancia y la Policía.

El relato fue que había salido a comprar y al regresar se encontró con este escenario y luego advirtió a las autoridades las cosas que faltaban para que todo hiciera suponer que se trató de un robo.

Parra supo que tenía que ser un árbol en el bosque, por eso se puso a disposición de los investigadores. De nuevo el narcisismo al subestimar a los policías. En su lógica, si estaba a derecho y con predisposición a colaborar era casi imposible que fueran a sospechar de él. Al menos eso ocurría en su cabeza.

La investigación del mínimo detalle
Parra siguió con su vida y decidió mudarse. En paralelo, lentamente los investigadores avanzaron y descubrieron una huella de una zapatilla de Parra arriba de una mesa del patio trasero. Cuando llegaron los informes sobre la actividad de los celulares observaron que ambos celulares se apagan en el departamento, qué ladrón que roba se toma el tiempo de desactivar de inmediato los celulares que necesitaban una clave de acceso para apagarlos. Además, por lo general luego los activan para venderlos por lo que en algún momento vuelven a estar activos. En este caso desaparecieron para siempre.

Insisto, conciencia forense, de los celulares se podía obtener muchísima información tanto de la víctima como del victimario.

Luego, en el raleo de todas las cámaras de seguridad que se pudo obtener de la zona, el perito Eduardo Prueger hizo un arduo trabajo de sincronización e identificación por el cual logró descubrir la maniobra que hizo Parra con su auto.

En tanto se sumaron relatos de vecinos que confiaron a los pesquisas que escucharon golpes y gritos “¡pará!, ¡pará!”.

Son muchos más los elementos que se pondrán a discusión en el debate, pero es clave saber qué Parra tiene un lado oscuro y si en verdad se animan a asomarse van a poder entender mucho más.

Por Guillermo Elía. Periodista del Diario La Mañana de Neuquén